Leía ayer las supuestas noticias positivas de colocación de deuda en el mercado por parte de España. Mucho dinero recibido, pero muy bien pagado, a un interés más alto de lo esperado. La bolsa respondió con grandes subidas, especialmente subidas de los bancos, que compraron mucha deuda. Han prestado dinero a un buen interés. Menos del que reciben si prestan a un particular y muy por encima del que reciben si prestan dinero a otro banco. Un buen negocio. Qué bien que baje la fiabilidad de la deuda soberana, pensarán.
No me quito de la cabeza el problema de la deuda. ¿La deuda pública es fiable o no? Estas emisiones multimillonarias que los estados lanzan para aprovisionarse de dinero. ¿Son o no son fiables?.
La fiabilidad de la deuda pública está marcada por la valoración que tres grandes empresas privadas, llamadas agencias de calificación de riesgo, hacen según sus previsiones. Son juez, parte y monopolio: el no va más.
¿Su fiabilidad? No hay quien marque cuanto de fiable tiene este monopolio, pero sabemos que que pueden fallar, y grandemente, y pueden salir beneficiadas de ello. ¿Se puede decir que son fiables? La respuesta: los bancos ganan.
¿Quién debe y paga, es fiable y si no paga o no cumple su palabra, pues no lo es? Parece lógico.
Una única conclusión a la que llego: Los agujeros negros atraen con una fuerza irresistible, el status quo del mundo económico es poderoso.
La fiabilidad es algo terrible. El mundo está lleno de ilusos.
Tampoco desaparece de mi mente la Cena del miedo y no dejo de encontrar paralelismos. Una situación, una parte con el juez - o la - y básicamente un monopolio tratado de inamovible. En ambos casos el miedo al cambio, el miedo al futuro, el miedo utilizado como estrategia para no perder dinero y poder. !Cuántas deudas¡
¿Es fiable González Sinde?
El miedo al cambio es algo común. Termino con las palabras del director (1) :
Pero no puedo. Se hundiría todo. Sería dejar ciegos a mis hijos y luego, ¿qué
hago con el público? ¿Qué hago con el público si quito las barandas al puente? Vendría la máscara a
devorarme. Yo vi una vez a un hombre devorado por la máscara. Los jóvenes más fuertes de la ciudad,
con picas ensangrentadas, le hundían por el trasero grandes bolas de periódicos abandonados, y en
América hubo una vez un muchacho a quien la máscara ahorcó colgado de sus propios intestinos.
Sigan leyendo.
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